lunes, 19 de abril de 2010

Un pequeño vuelo

Como otras veces, voy a hacer un pequeño cambio de tema para descansar de tanta computación. Hoy hablaré de la estructura de las historias.

Las historias, cuando siguen la arquitrama, se dividen en tres actos. Comúnmente se llaman planteamiento, nudo y desenlace. Para comprender estos tres actos voy a asemejar la historia a un pequeño vuelo en avión.

Despegue

El primer acto sería el despegue. En el despegue, como en una historia, se empieza en tierra firme. Esta tierra firme es una zona conocida. No hay nada nuevo. Hay seguridad. Hay estabilidad. Por otra parte, se van sucediendo acciones que nos informan del nuevo entorno o de la nueva situación: los pasajeros van entrando en el avión, guardan sus bolsas, se sientan, los motores arrancan y el aparato empieza a moverse.

Todo esto nos está dando información anticipada de cómo va a ser el resto del vuelo o de la historia. Estamos viendo el avión, vemos a los asistentes de vuelo, miramos por la ventana.

Conforme se desarrolla el primer acto, se va adquiriendo más y más tensión. El despegue progresa aumentando la velocidad, el sonido y la vibración. Finalmente, ocurre un hecho. Un punto de inflexión que nos hace saber que estamos en una nueva situación definitivamente. Se acabó estar en tierra. Estamos volando.

Tanto en el despegue como en el primer acto de nuestra historia el punto de inflexión ha de ser claro y fuerte. No debe dar lugar a dudas.

Travesía

El segundo acto consiste en el disfrute (o sufrimiento) de la nueva situación. Como ocurre en los vuelos, el segundo acto suele ser bastante más largo que los otros dos y, asimismo, suelen ocurrir en él hechos clave.

El primero es la bienvenida a este nuevo mundo. En una historia aparece la figura del mentor o del maestro que guía al héroe. En el vuelo suele ser la voz del capitán dándonos información del vuelo o la campanilla que da permiso para desabrochar los cinturones. Esto hace que podamos empezar por una parte a disfrutar del vuelo algo más repantigados en el sillón o sentir añoranza por la tierra firme mirando por la ventanilla.

(Foto por Robert Campbell)

La travesía no es ni mucho menos sencilla. De hecho, con el tiempo las molestias se acrecientan. Igual pasa con la historia en la que hemos de ver que se acerca el final y nuestro héroe tiene cada vez más dificultades. Puede haber incluso turbulencias, momentos de gran tensión en los que no sabremos si acabaremos bien el viaje.

Otra parte fundamental del segundo acto es la consecución de un regalo u oportunidad que no se puede encontrar en otro sitio más que en la zona más profunda e inhóspita del vuelo: los duty free, la meticulosamente empaquetada comida del avión, las extrañas revistas de las compañías aéreas, quizá un periódico abandonado por algún pasajero anterior o, quién sabe, alguna persona atractiva que tengamos a la vista.

El segundo acto se acaba con otro momento que profundiza la crisis. De repente, sentimos una sensación de caída y el avión empieza a descender. No hay duda que el final de la historia está cerca y es inevitable. Este es otro punto de inflexión.

Aterrizaje

Conforme el avión baja y la historia progresa, aumenta el ruido en el exterior. Estamos entrando en capas de aire más denso. La gente empieza a ponerse algo más nerviosa. Todos saben que se acerca el momento del aterrizaje.

Los hechos del tercer acto son una cuesta abajo en la que el pasajero no tiene el control. Todo está ya dispuesto y las dificultades con las que se encuentra el héroe son tan insuperables que no le queda más remedio que afrontarlas.

Vuelven los vaivenes y turbulencias. Son conocidas, pero ahora estamos mucho más cerca de tierra. Se oye el tren de aterrizaje salir. El héroe cuenta con un arma. Se abren los flaps, los slats y la velocidad del avión baja. ¡Ahora que vemos el suelo amenazante! ¡Y baja la velocidad! Sube el morro del avión. Miras por la ventana y el suelo está ahí. El héroe se agarra al sillón y ¡llega el final! El clímax.

Entonces, todo ha salido bien. Estamos frenando. La gente está aliviada. En algunos vuelos incluso aplauden por la liberación de la tensión. Exactamente igual que la resolución de una historia. Después del clímax de la historia, que no debe ser muy largo, la resolución redondea la historia haciéndola volver al mundo conocido. Hemos tocado tierra. Tierra firme. Aunque la resolución no debe ser muy larga tampoco. Baste recordar con la velocidad con la que los pasajeros quieren salir del avión.

Fuera, nos llegan las primeras bocanadas de un aire nuevo. Hemos conseguido algo con el vuelo. El héroe es distinto ahora. El pasajero ha llegado a su destino.


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